martes, 30 de septiembre de 2014

Como decíamos ayer...

Lo dejaré en que ya no soy aupair pero sigo en Alemania. En el congelador de Alemania, para ser más exacta. Antes vivía en el cajón de las verduras, fresco, húmedo; pero con el brillo intermitente de la luz del frigorífico.

Después de echar muchos CV al final tengo trabajo. No, no es de lo mío y no me voy a hacer rica. Pero me dará para vivir. Espero.

Entre otros papeleos que he tenido que hacer a todo meter y sin citas previas, estaba el de sacarme el carnet de manipuladora de alimentos. 

Lamentablemente, no consiste en el aprendizaje de ciertas técnicas mágicas que hagan que los alimentos se preparen solos, ni te convierte en un Maquiavelo archienemigo de Los Fruittis. No, básicamente consiste en un carnet que dice que te lavarás las manos después de cagar ir al servicio. Que lo juras por el perro de Scottex y el piercing de Mr. Proper, que ahora se llama Don Limpio.

Por la gracia de Google Maps iba yo con la dirección bien apuntada en la agenda. Un poquito de U-Bahn, otro cachito de S-Bahn y allí que estaba, en mitad de la nada. Di un rodeo un poco gratuito, pero al final encontré la calle. Caminé, caminé buscando algo parecido a una consulta médica, pero allí no había más que naves. Llegué al final de la calle, y nada. Volví para atrás y ¡tachán! Di con el sitio, una tienda de muebles.

Yo era de las que se reían de los crédulos de la historia esta del bazar chino robaórganos, pero ahora ya me río menos. 

Sí, una tienda de muebles, con sus sillas y sus mesas a la venta. Allí estábamos un grupito de lo más majo, esperando a que nos diesen el papelito. 

Esperamos un poco y ya pasamos a la sala de visionado. Allí conocimos a Noséquién Meier, un chico con diarrea que trabaja con alimentos y no sabe si ir a currar o no. 

Me vais a perdonar que os destripe el final, pero resulta que nuestro héroe, Meier Porlapataabajo, hizo bien. Si te cagas en todo, no hay que ir a trabajar. Ojo, no lo digo yo, lo dice la norma 43 estrujenbajen.

Al final, firmamos un papel en el que prometíamos por lo más sagrado que habíamos entendido todo. La verdad es que no había excusa, porque con el objetivo de que entendiésemos todo mejor, la película estaba subtitulada. En rumano. 

Tienda de muebles+vídeo en alemán con subtítulos en rumano+27 euros=su café con leche y sacarina, libre de salmonelosis, hepatitis o cólera. Bitte schön.

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